Pestañas

Sagrada Familia


¿Porqué me buscábais?
José Antonio Pagola
Lc 2, 41-52

Los padres de Jesús solían ir cada año a Jerusalén por las fiestas de Pascua.
Cuando Jesús cumplió doce años, subieron a la fiesta según la costumbre, y cuando terminó, se volvieron; pero el niño Jesús se quedó en Jerusalén, sin que lo supieran sus padres.
Estos, creyendo que estaba en la caravana, hicieron una jornada y se pusieron a buscarlo entre los parientes y conocidos; al no encontrarlo, se volvieron a Jerusalén en su busca.

Cuarto Domingo de Adviento


Ricos de su pobreza
P. Fernando Armellini

          Introducción
          “Respóndeme, porque soy pobre” (Sal 86,1), así reza el salmista. Sorprende el argumento que usa con el fin de convencer a Dios para que intervenga en su favor: soy pobre. Para obtener acceso a los palacios de los reyes, de los mandatarios de este mundo, se necesitan recomendaciones sólidas, títulos meritorios, credenciales de peso. Con Dios no es así: el único certificado necesario para ser recibido en audiencia es “ser pobre”.

Tercer Domingo de Adviento

Alegría: un regalo a recibir
Fernando Armellini

Introducción
           ¿Qué le pide el hombre a la vida sino la felicidad? Pero, ¿cómo alcanzar la felicidad? ¿Son suficientes la riqueza, la buena salud, el éxito? ¿Quién puede ser considerado realmente feliz?

Segundo Domingo de Adviento

 Te llamaré con nombre nuevo  
Fernando Armellini

  
Evangelio: Lucas 3,1-6

 En el año quince del reinado del emperador Tiberio, siendo Poncio Pilato gobernador de Judea, y Herodes virrey de Galilea, y su hermano Felipe virrey de Iturea y Traconítide, y Lisanio virrey de Abilene, bajo el sumo sacerdocio de Anás y Caifás, vino la Palabra de Dios sobre Juan, hijo de Zacarías, en el desierto.
Y recorrió toda la comarca del Jordán, predicando un bautismo de conversión para perdón de los pecados, como está escrito en el libro de los oráculos del Profeta Isaías:

Primer Domingo de Adviento

Los verdaderos profetas infunden esperanza
P. Fernando Armellini
Lucas 21,25-28.34-36


Introducción

          Caerse de brazos, ceder ante el poder abrumador del pecado que domina en el mundo y en nosotros es una tentación peligrosa.
          Son profetas de mal agüero los que repiten: “No vale la pena comprometerse, nada va a cambiar”; “no hay nada que hacer, el mal es demasiado fuerte”; “el hambre, las guerras, la injusticia, el odio siempre existirán”.