Introducción
En el pasado, los santos han disfrutado de una tremenda popularidad: las iglesias estaban llenas de sus estatuas y recurrir a ellas era tal vez más común que acudir a Dios. Había un santo para camioneros, para estudiantes, para artículos perdidos, para enfermedades de los ojos e incluso para un dolor de garganta. Fueron considerados una especie de intermediarios que tenían la función de “suavizar” el impacto de un Dios considerado demasiado grande y demasiado lejos, un poco inaccesible y algo extraño a nuestros problemas.