Pestañas

3 Domingo de Tiempo Ordinario – Año C


Tu palabra: Alegría de mi corazón, luz para mis pasos
Fernando Armellini

Introducción

El Dios de Israel “lo dijo y existió” (Sal 33,9). Los ídolos Tienen boca, pero no hablan” (sal 115,5). Por esto son incapaces de socorrer, de proteger, de realizar prodigios.
           Las palabras del hombre pueden ser “discursos vacíos” (Job 16,3), la de Dios es, por el contrario, “viva y eficaz” (Heb 4,12). Es como la lluvia y la nieve que descienden del cielo y no regresan sin haber regado la tierra, sin haberla fecundado y hecho germinar (cf. Is 55,10).
           No actúa de modo mágico, sin embargo, está dotada de una energía irresistible y, cuando cae en un terreno fértil, cuando viene escuchada con fe, produce efectos extraordinarios: “¡Dichosos los que escuchan la Palabra de Dios y la cumplen!” (Lc 11,28).
          El lugar privilegiado para esta escucha es el encuentro comunitario.

2º Domingo en Tiempo Ordinario – Año C

Amarte es una fiesta
P. Fernando Armellini
Boda en Caná de Galilea Juan 2,1-12


Introducción

          Una de las características de las religiones paganas era el miedo a la divinidad, miedo que se intentaba exorcizar mediante la observancia meticulosa de prácticas, tabúes, ritos purificatorios. Pablo llama “cárcel” a esta época en que las personas eran esclavas de los “elementos del mundo”, se fiaban de “poderes débiles e indigentes” (cf. Gal 4,3-9). 

Bautismo del Señor


"Este es mi Hijo..."
P. Fernando Armellini

           Introducción
           Los lugares bíblicos tienen con frecuencia un significado teológico. El mar, el monte, el desierto, la Galilea de las naciones, Samaria, las tierras al otro lado del lago de Genezareth son mucho más que simples indicaciones geográficas (a menudo ni siquiera exactas).
           Lucas no especifica el lugar del bautismo de Jesús; Juan, sin embargo, lo especifica: “tuvo lugar en Betania, al otro lado del Jordán, donde Juan estaba bautizando” (Jn 1,28). La tradición ha localizado justamente el episodio en Betábara, el vado por el que también el pueblo de Israel, guiado por Josué, atravesó el río, entrando en la Tierra Prometida. En el gesto de Jesús se hacen presentes el recuerdo explícito del paso de la esclavitud a la libertad y el comienzo de un nuevo éxodo hacia la Tierra Prometida. Betábara tiene otra particularidad menos evidente pero igualmente significativa: los geólogos aseguran que este es el punto más bajo de la tierra (400 m bajo el nivel del mar).
           La elección de comenzar precisamente aquí la vida pública, no puede ser simple casualidad. Jesús, venido de las alturas del cielo para liberar a los hombres, ha descendido hasta el abismo más profundo con el fin de demostrar que quiere la salvación de todos, aun de los más depravados, aun de aquellos a quienes la culpa y el pecado han arrastrado a una vorágine de la que nadie imagina que se pueda salir. Dios no olvida ni abandona a ninguno de sus hijos.