DOMINGO DE RAMOS (A)
Narración
de la Pasión y Muerte de Jesús
Descubrir
de nuevo el primer amor
Mateo
26,14-27; 27,1-66
1. Oración inicial
Señor Jesús, envía tu Espíritu, para
que Él nos ayude a leer la Biblia en el mismo modo con el cual Tú la has leído
a los discípulos en el camino de Emaús. Con la luz de la Palabra, escrita en la
Biblia, Tú les ayudaste a descubrir la presencia de Dios en los acontecimientos
dolorosos de tu condena y muerte. Así, la cruz, que parecía ser el final de
toda esperanza, apareció para ellos como fuente de vida y resurrección. Crea en
nosotros el silencio para escuchar tu voz en la Creación y en la Escritura, en
los acontecimientos y en las personas, sobre todo en los pobres y en los que
sufren. Tu palabra nos oriente a fin de que también nosotros, como los
discípulos de Emaús, podamos experimentar la fuerza de tu resurrección y testimoniar
a los otros que Tú estás vivo en medio de nosotros como fuente de fraternidad,
de justicia y de paz. Te lo pedimos a Ti, Jesús, Hijo de María, que nos has
revelado al Padre y enviado tu Espíritu. Amén.
2. Sugerencias para la Semana Santa
Domingo de Ramos, comienzo de la
Semana Santa. Semana diferente de las otras. Estamos frente al misterio más
profundo de nuestra fe, frente a la suprema revelación del amor de Dios, que se
ha manifestado en Jesús (Rom 8,38-39). En el Antiguo Testamento, en época de
crisis, el pueblo volvía a meditar y a releer el Éxodo. En el Nuevo Testamento
volvemos al éxodo representado en la pasión, la muerte y la resurrección de Jesús.
Para las Comunidades cristianas de todos los tiempos, la narración de la
pasión, de la muerte y de la resurrección de Jesús es la fuente donde renovamos
la fe la esperanza y el amor.
Muchas veces, desde el Sermón de
la Montaña (Mt 5-7), el Evangelio de Mateo afirmaba que el objetivo de la Nueva
Ley es el amor y la misericordia (Mt
5,43-48;7,12; 9,13; 12,7; 22,34-40).
Ahora en esta parte final de la
pasión, muerte y resurrección, describe cómo Jesús practicó el amor, llevando a
su cumplimiento la Ley (Mt 5,17).
3. Lectura de la Pasión y Muerte de Jesús
Clave de lectura:
En la Semana Santa, durante la
lectura de la Pasión y Muerte de Jesús, no es conveniente una postura de
análisis o de investigación racional. Conviene estar en silencio. Leer diversas
veces el texto, teniendo como guía única los breves títulos, que tratan de ser
una llave para ayudar a sentir el texto y a experimentar de nuevo el amor de
Dios que se revela en los comportamientos de Jesús ante aquéllos que lo prenden,
lo insultan, lo torturan y le dan muerte. En el curso de la lectura, no
pensemos sólo en Jesús, sino también en los millones y millones de seres
humanos que hoy están en las cárceles, torturados, insultados y asesinados.
Mateo
26,14-16: La traición de Judas
El
amor por el dinero empuja a un amigo a traicionar a Jesús
14
Entonces uno de los Doce, llamado Judas Iscariote, fue donde los sumos
sacerdotes, 15 y les dijo: «¿Qué queréis darme, y yo os lo entregaré?»
Ellos le asignaron treinta monedas de plata. 16 Y desde ese momento
andaba buscando una oportunidad para entregarle.
Mateo
26,17-19: La preparación de la Cena Pascual
Preparar
bien el último encuentro con los amigos
17
El primer día de los Ázimos, los discípulos se acercaron a Jesús y le dijeron:
«¿Dónde quieres que te hagamos los preparativos para comer la Pascua?» 18
Él les dijo: «Id a la ciudad, a un tal, y decidle: `El Maestro dice: Mi tiempo
está cerca; en tu casa voy a celebrar la Pascua con mis discípulos.'» 19
Los discípulos hicieron lo que Jesús les había mandado, y prepararon la Pascua.
Mateo
26,20-25: El anuncio de la traición de Judas
Aunque
Jesús lo sabe todo, se sienta a la mesa con el traidor
20
Al atardecer, se puso a la mesa con los Doce. 21 Y mientras comían,
dijo: «Yo os aseguro que uno de vosotros me entregará.» 22 Muy
entristecidos, se pusieron a decirle uno por uno: «¿Acaso soy yo, Señor?» 23
Él respondió: «El que ha metido conmigo la mano en el plato, ése me entregará. 24
El Hijo del hombre se va, como está escrito de él, pero ¡ay de aquel por quien
el Hijo del hombre es entregado! ¡Más le valdría a ese hombre no haber nacido!»
25 Entonces preguntó Judas, el que iba a entregarle: «¿Soy yo acaso,
Rabbí?» Dícele: «Tú lo has dicho.»
Mateo
26,26-29: La institución de la Eucaristía
Entre
la traición de uno y la negación de otro, brilla el gesto de amor
26
Mientras estaban comiendo, tomó Jesús pan y lo bendijo, lo partió y, dándoselo
a sus discípulos, dijo: «Tomad, comed, éste es mi cuerpo.» 27 Tomó
luego una copa y, dadas las gracias, se la dio diciendo: «Bebed de ella todos, 28
porque ésta es mi sangre de la Alianza, que es derramada por muchos para perdón
de los pecados. 29 Y os digo que desde ahora no beberé de este
producto de la vid hasta el día aquel en que lo beba con vosotros, nuevo, en el
Reino de mi Padre.»
Mateo:
26,30-35: El anuncio de la negación de Pedro
Aunque
Pedro rompe con Jesús, Jesús no rompe con Pedro
30
Y cantados los himnos, salieron hacia el monte de los Olivos. 31 Entonces
les dice Jesús: «Todos vosotros vais a escandalizaros de mí esta noche, porque
está escrito: Heriré al pastor y se dispersarán las ovejas del rebaño. 32
Mas después de mi resurrección, iré delante de vosotros a Galilea.» 33
Pedro intervino y le dijo: «Aunque todos se escandalicen de ti, yo nunca me escandalizaré.»
34 Jesús le dijo: «Yo te aseguro: esta misma noche, antes que el
gallo cante, me habrás negado tres veces.» 35 Dícele Pedro: «Aunque
tenga que morir contigo, yo no te negaré.» Y lo mismo dijeron también todos los
discípulos.
Mateo
26,36-46: La agonía en el Huerto de los Olivos
Entre
la fuga y la fidelidad, Jesús escoge la fidelidad
36
Entonces va Jesús con ellos a una propiedad llamada Getsemaní, y dice a los
discípulos: «Sentaos aquí, mientras voy allá a orar.» 37 Y tomando
consigo a Pedro y a los dos hijos de Zebedeo, comenzó a sentir tristeza y
angustia. 38 Entonces les dice: «Mi alma está triste hasta el punto de morir; quedaos aquí y
velad conmigo.» 39 Y adelantándose un poco, cayó rostro en tierra, y
suplicaba así: «Padre mío, si es posible, que pase de mí esta copa, pero no sea
como yo quiero, sino como quieres tú.» 40 Viene entonces a los discípulos
y los encuentra dormidos; y dice a Pedro: «¿Conque no habéis podido velar una
hora conmigo? 41 Velad y orad, para que no caigáis en tentación; que
el espíritu está pronto, pero la carne es débil.» 42 Y alejándose de
nuevo, por segunda vez oró así: «Padre mío, si esta copa no puede pasar sin que
yo la beba, hágase tu voluntad.» 43 Volvió otra vez y los encontró
dormidos, pues sus ojos estaban cargados. 44 Los dejó y se fue a
orar por tercera vez, repitiendo las mismas palabras. 45 Viene
entonces a los discípulos y les dice: «Ahora ya podéis dormir y descansar.
Mirad, ha llegado la hora en que el Hijo del hombre va a ser entregado en manos
de pecadores. 46 ¡Levantaos!, ¡vámonos! Mirad que el que me va a entregar
está cerca.»
Mateo
26,47-56: La prisión de Jesús en el Huerto
Aun
siendo inocente y bueno, Jesús es considerado como un bandido y un criminal
47
Todavía estaba hablando, cuando llegó Judas, uno de los Doce, acompañado de un
grupo numeroso con espadas y palos, de parte de los sumos sacerdotes y los
ancianos del pueblo. 48 El que le iba a entregar les había dado esta
señal: «Aquel a quien yo dé un beso, ése es; prendedle.» 49 Y al
instante se acercó a Jesús y le dijo: «¡Salve, Rabbí!», y le dio un beso. 50
Jesús le dijo: «Amigo, ¡a lo que estás aquí!» Entonces aquéllos se acercaron,
echaron mano a Jesús y le prendieron. 51 En esto, uno de los que
estaban con Jesús echó mano a su espada, la sacó e, hiriendo al siervo del Sumo
Sacerdote, le llevó la oreja. 52 Dícele entonces Jesús: «Vuelve tu espada
a su sitio, porque todos los que empuñen espada, a espada perecerán. 53
¿O piensas que no puedo yo rogar a mi Padre, que pondría al punto a mi
disposición más de doce legiones de ángeles? 54 Mas, ¿cómo se
cumplirían las Escrituras de que así debe suceder?» 55 En aquel
momento dijo Jesús a la gente: «¿Cómo contra un salteador habéis salido a
prenderme con espadas y palos? Todos los días me sentaba en el Templo para
enseñar, y no me detuvisteis. 56 Pero todo esto ha sucedido para que
se cumplan las Escrituras de los profetas.» Entonces todos los discípulos le abandonaron
y huyeron.
Mateo
26,57-68: Jesús delante del Sanedrín
Se
da una apariencia legal a la decisión ya tomada de condenar a muerte a Jesús
57
Los que prendieron a Jesús le llevaron ante el Sumo Sacerdote Caifás, donde se
habían reunido los escribas y los ancianos. 58 Pedro le iba
siguiendo de lejos hasta el palacio del Sumo Sacerdote; y, entrando dentro, se
sentó con los criados para ver el final. 59 Los sumos sacerdotes y
el Sanedrín entero andaban buscando un falso testimonio contra Jesús con ánimo
de darle muerte, 60 y no lo encontraron, a pesar de que se
presentaron muchos falsos testigos. Al fin se presentaron dos, 61
que dijeron: «Éste dijo: Yo puedo destruir
el Santuario de Dios, y en tres días edificarlo.» 62 Entonces, se
levantó el Sumo Sacerdote y le dijo: «¿No respondes nada? ¿Qué es lo que éstos
atestiguan contra ti?» 63 Pero Jesús callaba. El Sumo Sacerdote le
dijo: «Te conjuro por Dios vivo que nos digas si tú eres el Cristo, el Hijo de
Dios.» 64 Dícele Jesús: «Tú lo has dicho. Pero os digo que a partir
de ahora veréis al hijo del hombre sentado a la diestra del Poder y viniendo
sobre las nubes del cielo.» 65 Entonces el Sumo Sacerdote rasgó sus
vestidos y dijo: «¡Ha blasfemado! ¿Qué necesidad tenemos ya de testigos?
Acabáis de oír la blasfemia. 66 ¿Qué os parece?» Respondieron ellos
diciendo: «Es reo de muerte.» 67 Entonces se pusieron a escupirle en
la cara y a abofetearle; y otros a golpearle, 68 diciendo:
«Adivínanos, Cristo. ¿Quién es el que
te ha pegado?»
Mateo
26,69-75: La negación de Pedro
En
el momento de la prueba, Pedro, el líder, niega conocer a Jesús
69
Pedro, entretanto, estaba sentado fuera en el patio; y una criada se acercó a
él y le dijo: «También tú estabas con Jesús el Galileo.» 70 Pero él
lo negó delante de todos: «No sé qué dices.» 71 Cuando salía al
portal, le vio otra criada y dijo a los que estaban allí: «Éste estaba con
Jesús el Nazareo.» 72 Y de nuevo lo negó con juramento: «¡Yo no
conozco a ese hombre!» 73 Poco después se acercaron los que estaban
allí y dijeron a Pedro: «¡Ciertamente, tú también eres de ellos, pues además tu
misma habla te descubre!» 74 Entonces él se puso a echar
imprecaciones y a jurar: «¡Yo no conozco a ese hombre!» Inmediatamente cantó un
gallo. 75 Y Pedro se acordó de aquello que le había dicho Jesús:
«Antes que el gallo cante, me habrás negado tres veces.» Y, saliendo fuera,
lloró amargamente.
Mateo
27,1-2: Jesús es llevado ante Pilato
No
es el pueblo hebreo, sino su élite la que lleva a muerte a Jesús Llegada la
mañana, todos los sumos sacerdotes y los ancianos del pueblo celebraron consejo
contra Jesús para darle muerte.
2 Y
después de atarle, le llevaron y le entregaron al procurador Pilato.
Mateo
27,3-10: La muerte de Judas
Un
pequeño Judas vive en cada uno de nosotros
3 Entonces
Judas, el que le entregó, viendo que había sido condenado, fue acosado por el
remordimiento, y devolvió las treinta monedas de plata a los sumos sacerdotes y
a los ancianos, 4 diciendo: «Pequé entregando sangre inocente.»
Ellos dijeron: «A nosotros, ¿qué? Tú verás.» 5 Él tiró las monedas
en el Santuario; después se retiró y fue y se ahorcó. 6 Los sumos sacerdotes recogieron
las monedas y dijeron: «No es lícito echarlas en el tesoro de las ofrendas,
porque son precio de sangre.» 7 Y después de deliberar, compraron
con ellas el Campo del Alfarero como lugar de sepultura para los forasteros.
8 Por esta razón ese campo se llamó «Campo de Sangre», hasta hoy. 9
Entonces se cumplió lo dicho por el profeta Jeremías: Y tomaron las treinta
monedas de plata, cantidad en que fue apreciado aquel a quien pusieron precio algunos hijos de Israel, 10 y las
dieron por el Campo del Alfarero, según lo que me ordenó el Señor.
Mateo
27,11-26: Jesús ante Pilato
Como
el Siervo de Yahvé, Jesús calla ante aquéllos que lo condenan
11
Jesús compareció ante el procurador, y el procurador le preguntó: «¿Eres tú el
rey de los judíos?» Respondió Jesús: «Tú lo dices.» 12 Y, mientras
los sumos sacerdotes y los ancianos le acusaban, no respondió nada. 13
Entonces le dice Pilato: «¿No oyes de cuántas cosas te acusan?» 14 Pero
él a nada respondió, de suerte que el procurador estaba muy sorprendido. 15
Cada Fiesta, el procurador solía conceder al pueblo la libertad de un preso, el
que quisieran. 16 Tenían a la sazón un preso famoso, llamado
Barrabás. 17 Y cuando ellos estaban reunidos, les dijo Pilato: «¿A
quién queréis que os suelte, a Barrabás o a Jesús, el llamado Cristo?», 18
pues sabía que le habían entregado por envidia. 19 Mientras él
estaba sentado en el tribunal, le mandó a decir su mujer: «No te metas con ese
justo, porque hoy he sufrido mucho en sueños por su causa.» 20 Pero
los sumos sacerdotes y los ancianos persuadieron a la gente para que pidiese la
libertad de Barrabás y la muerte de Jesús. 21 Y cuando el procurador
les dijo: «¿A cuál de los dos queréis que os suelte?», respondieron: «¡A
Barrabás!» 22 Díceles Pilato: «Y ¿qué voy a hacer con Jesús, el
llamado Cristo?» Dicen todos: «¡Sea crucificado!» - 23 «Pero ¿qué
mal ha hecho?», preguntó Pilato. Mas ellos seguían gritando con más fuerza:
«¡Sea crucificado!» 24 Entonces Pilato, viendo que nada adelantaba,
sino que más bien se promovía tumulto, tomó agua y se lavó las manos delante de
la gente diciendo: «Inocente soy de la sangre de este justo. Vosotros veréis.» 25
Y todo el pueblo respondió: «¡Su sangre sobre nosotros y sobre nuestros hijos!»
26 Entonces les soltó a Barrabás; y a Jesús, después de azotarle, se
lo entregó para que fuera crucificado.
Mateo 27,27-31:
Jesús es coronado de espinas Despojar,
torturar y golpear, es lo que más humilla a una persona humana 27
Entonces los soldados del procurador llevaron consigo a Jesús al pretorio y
reunieron alrededor de él a toda la cohorte. 28 Le desnudaron y le
echaron encima un manto de púrpura; 29 y, trenzando una corona de
espinas, se la pusieron sobre su cabeza, y en su mano derecha una caña; y
doblando la rodilla delante de él, le
hacían burla diciendo: «¡Salve, Rey de los judíos!»; 30 y después de
escupirle, cogieron la caña y le golpeaban en la cabeza. 31 Cuando
se hubieron burlado de él, le quitaron el manto, le pusieron sus ropas y le
llevaron a crucificarle.
Mateo
27,32-38: Jesús es crucificado
La
ley dice que aquél que pende de la cruz es “maldito de Dios” (Dt 21,23)
32
Al salir, encontraron a un hombre de Cirene llamado Simón, y le obligaron a
llevar su cruz. 33 Llegados a un lugar llamado Gólgota, esto es,
«Calvario», 34 le dieron a beber vino mezclado con hiel; pero él,
después de probarlo, no quiso beberlo. 35 Una vez que le crucificaron,
se repartieron sus vestidos, echando a suertes. 36 Y se quedaron
sentados allí para custodiarle. 37 Sobre su cabeza pusieron, por
escrito, la causa de su condena: «Este es Jesús, el rey de los judíos.» 38 Y al
mismo tiempo que a él crucifican a dos salteadores, uno a la derecha y otro a
la izquierda.
Mateo
27,37-44: Jesús es insultado
Colgado,
desnudo, expuesto a todos, sin defensa, sin derecho
39
Los que pasaban por allí le insultaban, meneando la cabeza y diciendo: 40
«Tú que destruyes el Santuario y en tres días lo levantas, ¡sálvate a ti mismo,
si eres hijo de Dios, y baja de la cruz!» 41 Igualmente los sumos sacerdotes
junto con los escribas y los ancianos se burlaban de él diciendo: 42
«A otros salvó y a sí mismo no puede salvarse. Rey de Israel es: que baje ahora
de la cruz, y creeremos en él. 43 Ha puesto su confianza en Dios;
que le salve ahora, si es que de verdad le quiere; ya que dijo: `Soy hijo de
Dios.'» 44 De la misma manera le injuriaban también los salteadores
crucificados con él.
Mateo
27,45-56: La muerte de Jesús
“¡Dios
mío!¿Por qué me has abandonado?”: Muere emitiendo un grito
45
Desde la hora sexta hubo oscuridad sobre toda la tierra hasta la hora nona.46 Y
alrededor de la hora nona clamó Jesús con fuerte voz: «¡Elí, Elí! ¿lemá
sabactaní?»,
esto es: «¡Dios mío, Dios mío! ¿por
qué me has abandonado?» 47 Al oírlo algunos de los que estaban allí
decían: «A Elías llama éste.» 48 Y enseguida uno de ellos fue
corriendo a tomar una esponja, la empapó en vinagre y, sujetándola a una caña,
le ofrecía de beber. 49 Pero los otros dijeron: «Deja, vamos a ver
si viene Elías a salvarle.» 50
Pero Jesús, dando de nuevo un fuerte grito, exhaló el espíritu. 51
En esto, el velo del Santuario se rasgó en dos, de arriba abajo; tembló la
tierra y las rocas se hendieron. 52 Se abrieron los sepulcros, y
muchos cuerpos de santos difuntos resucitaron. 53 Y, saliendo de los
sepulcros después de la resurrección de él, entraron en la Ciudad Santa y se
aparecieron a muchos. 54 Por su parte, el centurión y los que con él
estaban guardando a Jesús, al ver el terremoto y lo que pasaba, se llenaron de
miedo y dijeron: «Verdaderamente éste era hijo de Dios.» 55 Había
allí muchas mujeres mirando desde lejos, aquellas que habían seguido a Jesús
desde Galilea para servirle. 56 Entre ellas estaban María Magdalena,
María la madre de Santiago y de José, y la madre de los hijos de Zebedeo.
Mateo
27,57-61: Jesús es sepultado
Jesús
no recibe ni siquiera una digna sepultura
57
Al atardecer, vino un hombre rico de Arimatea, llamado José, que se había hecho
también discípulo de Jesús. 58 Se presentó a Pilato y pidió el
cuerpo de Jesús. Entonces Pilato dio orden de que se le entregase. 59
José tomó el cuerpo, lo envolvió en una sábana limpia 60 y lo puso
en su sepulcro nuevo que había hecho excavar en la roca; luego, hizo rodar una
gran piedra hasta la entrada del sepulcro y se fue. 61 Estaban allí
María Magdalena y la otra María, sentadas frente al sepulcro.
Mateo
27,62-6: La guardia del monumento
Las
tinieblas, incluso las más densas, no consiguen apagar la vida
62
Al otro día, el siguiente a la Preparación, los sumos sacerdotes y los fariseos
se reunieron ante Pilato 63 y le dijeron: «Señor, recordamos que ese
impostor dijo cuando aún vivía: `A los tres días resucitaré.' 64
Manda, pues, que quede asegurado el sepulcro hasta el tercer día, no sea que
vengan sus discípulos, lo roben y digan luego al pueblo: `Resucitó de entre los
muertos', y la última impostura sea peor que la primera.» 65 Pilato
les dijo: «Tenéis una guardia. Id, aseguradlo como sabéis.» 66 Ellos
fueron y aseguraron el sepulcro, sellando la piedra y poniendo la guardia.
4. Algunos
pensamientos para ayudarnos a meditar y a orar.
a) La Muerte de
Jesús: Al mediodía, a eso de las tres de la tarde, se hace obscuridad
total sobre la tierra. Hasta la
naturaleza siente el efecto de la agonía y
de la muerte de Jesús. Colgado de la cruz, privado de todo, sale de su boca un lamento: “¡Eli, Eli! ¡Lama
Sabactani!” Esto es: “¡Dios mío!
¡Dios mío! ¿Por qué me has abandonado?” Es la primera frase del salmo 22(21). Jesús entra en la muerte rezando, expresando el abandono que siente. Reza en hebreo.
Los soldados que estaban cerca de Él, y que hacían la guardia,
dicen: “¡Está llamando a Elías!” Los
soldados eran extranjeros, mercenarios contratados por los romanos. No entendían la lengua de los judíos. Pensaban que Eli quería decir Elías. Jesús colgado
de la cruz se encuentra en un abandono
total. Aunque hubiese querido hablar con alguien, no le hubiera sido posible. Permaneció
completamente solo: Judas lo los que
pasaban le insultaban, Dios mismo lo abandona y ninguna lengua sirve para comunicarse. Este ha sido el precio que ha pagado por su fidelidad a su opción de
seguir siempre el camino del amor el
camino del servicio para redimir a sus hermanos. Él mismo: “El Hijo del hombre
no ha venido para ser servido, sino para
servir y para dar la vida en rescate de muchos” (Mt 20,28). En medio del abandono y de la obscuridad,
Jesús lanza un fuerte grito y muere.
Muere lanzando el grito de los pobres, porque sabe que Dios escucha el clamor de los pobres (Ex 2,24; 3,7; 22,22.26
etc.).
Con esta fe, Jesús entra en la
muerte, seguro de ser escuchado. La Carta a los Hebreos comenta: “Él ofreció
plegarias y súplicas con fuertes gritos y lágrimas a aquél que podía liberarlo
de la muerte y fue escuchado por su piedad” (Heb 5,7). Dios escuchó el grito de
Jesús y “lo exaltó” (Fil 2,9). La resurrección es la respuesta de Dios a la
oración y al ofrecimiento que Jesús hace de su vida. Con la resurrección de
Jesús, el Padre anuncia al mundo entero esta Buena Noticia: “Quien vive la vida
como Jesús sirviendo a sus hermanos, es victorioso y vivirá para siempre,
aunque muera y ¡aunque lo maten!¡ Es ésta la Buena Noticia del Reino que nace
de la Cruz!
b) El
significado de la Muerte de Jesús: Sobre el Calvario estamos delante
de un ser humano torturado y excluido
de la sociedad, completamente solo, condenado como herético y subversivo por el tribunal civil, militar y religioso.
A los pies de la cruz, las
autoridades religiosas confirman por última vez que se trata verdaderamente de un rebelde que ha fallado, y lo reniegan públicamente (Mt 27,41-43). Y
en esta hora de muerte renace un
significado nuevo. La identidad de Jesús viene revelada por un pagano: “¡Verdaderamente éste era Hijo de Dios!” (Mt 27,54). Desde ahora en adelante, si tú
quieres encontrar verdaderamente al
Hijo de Dios no lo busques en lo alto, ni en el lejano cielo, ni en el Templo cuyo velo se rasgó, búscalo junto a
ti, en el ser humano excluido,
desfigurado, sin belleza. Búscalo en aquéllos
que, como Jesús, dan la vida por sus hermanos. Es allí donde Dios se esconde y se revela, y es allí donde podemos encontrarlo. Allí se encuentra la
imagen desfigurada de Dios, del Hijo
de Dios, de los hijos de Dios. “¡No hay prueba de amor más grande que dar la vida por los hermanos!”
5. Plegaria de un Salmo
Los salmos que Jesús recita sobre
la Cruz:
Salmo 22 (21), 2:
“¡Dios mío, Dios mío! ¿Por qué me
has abandonado?”
Salmo 31 (30), 6:
“¡En tus manos abandono mi vida!”
6. Oración final
Señor Jesús, te damos gracia por
tu Palabra que nos ha hecho ver mejor la voluntad del Padre. Haz que tu
Espíritu ilumine nuestras acciones y nos comunique la fuerza para seguir lo que
Tu Palabra nos ha hecho ver. Haz que nosotros como María, tu Madre, podamos no
sólo escuchar, sino también poner en práctica la Palabra. Tú que vives y reinas
con el Padre en la unidad del Espíritu Santo por todos los siglos de los
siglos. Amén.